domingo, 26 de abril de 2015

Érase una vez un Lobo malo

En un pueblo vivía una niña muy hermosa que se llamaba Caperucita Roja, porque usaba una caperuza roja. Un día, su madre le pidió que llevara un regalo y comida a su abuelita que estaba muy enferma. Caperucita debía atravesar un bosque, donde encontró a un lobo que estaba en el camino. -¿A dónde vas? -Voy a casa de mi abuela. - Y ¿vive muy lejos, tu abuelita? - Sí. ¿Por qué? - Apuesto contigo a que puedo llegar primero. Yo iré por este camino y tú por aquel. La pequeña fue por el camino más largo, que el lobo le había indicado. Y se entretuvo cortar vallas y flores. El lobo llegó primero y tocó a la puerta de la casa de la abuela. Como la abuela estaba enferma, ella preguntó en la cama, quién era. El lobo fingió ser su nieta y pidió para entrar. Cuando estaba dentro, saltó sobre la pobre abuela y la devoró, pues estaba con hambre. Luego, se metió en la cama, disfrazado de abuela y esperó a que llegara Caperucita Roja. Cuando ella llegó, el lobo le dijo: – Deja tus cosas sobre la mesa y ven a mí. Caperucita Roja obedeció y se acercó de la abuela, pero al verla notó algo raro: – Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes! – Son para abrazarte mejor, nieta. - Abuela, ¡qué orejas tan grandes tienes! – Son para oírte mejor, hija. – Abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes! – Son para verte mejor, hija mía. – Abuela, ¡qué dientes tan grandes tienes! – ¡Son para comerte mejor! Y diciendo esto, el lobo se lanzó sobre Caperucita Roja y se la comió de una sola vez. Por fin, el lobo se levantó, se fue de casa de la abuela y nunca nadie ha vuelto a verlo. ¿Moraleja de la historia? Las chicas bonitas y simpáticas no deben hablar con cualquier persona, pues pueden ser víctimas del lobo. Él puede adoptar muchas formas, pero es siempre malo y peligroso.

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